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¿Cuánto vale el pasado?

La televisión es un auténtico teatro. ¿No te parece? Apuesto a que muchos de los programas de tele realidad que llenan la extensa parrilla de la tele están preparados. 

El otro día sin ir más lejos leí en un post que uno de los programas más vistos del canal Historia, El precio de la Historia, es un fake. No sé si sorprende más el que esté preparado o que lleve tantos años en la parrilla televisiva.

A parte de la curiosidad de la noticia (que la telebasura venda programas de supuesta realidad cuando de hecho están preparados), me sirvió para reflexionar sobre este y otros programas de corte parecido donde intrépidos cantamañanas  con afiladas lenguas se dedican a peinar los pueblos de lo más profundo de Estados Unidos en busca de “tesoros” olvidados, joyas del pasado, con el objetivo de conseguir pingües beneficios con su compra-venta.

Los objetos del pasado escriben la historia del pueblo

A veces parece que todo tiene un precio. En este caso, se le pone un precio a un objeto valioso por su antigüedad, su proveniencia, su exclusividad. Es un modo de cuantificar la historia, algo supuestamente intangible y que da la impresión que si no se explica en términos económicos no se puede percibir.

A parte de ser un fraude, estos programas no reflejan el verdadero valor de la cultura material ni del pasado. Otra  cosa es la percepción que la gente en general tenga de ese pasado que en definitiva es la Historia del pueblo.

Los objetos, fuera de su contexto, pierden gran parte de su valor. Ese valor es lo que cuentan de su época, de la sociedad a la que pertenecieron. Y si se guarda para uno solo y no se estudia, no se expone, no se comparte con la sociedad, deja de tener gran parte de su sentido.

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Los objetos que en este tipo de programas se afanan en vender al mayor postor, componen el pasado y el Patrimonio cultural de un pueblo. Me resulta enormemente contradictorio que un país con tanto afán por recordar su humilde historia, se empeñe en desprenderse de ella de este modo.

Pero no te creas que esta actividad de rapiña del pasado es sólo un producto americano. ¡Qué va! Aquí en España pudimos ver una noticia hace unos días que titulaban Del yacimiento arqueológico al wallapop y en el que podíamos leer cómo cómo muchos “piteros” ofrecían sus tesoros al mejor postor. 

Vendiendo las pequeñas reliquias en lugar de mostrarlas con orgullo (como hacen en otros casos) en algún museo. Los objetos nos hablan de la Historia de su pueblo. ¿Te imaginas es tesoro de villena  en casa de algún acaudalado terrateniente de la provincia de Alicante?

¿Cuánto vale el pasado?

Pero claro, siempre hay gente que pone en entredicho “la rentabilidad” del Patrimonio cultural.  Esto pone sobre la mesa el debate sobre la explotación económica del Patrimonio. ¿Debemos hacerlo rentable económicamente? Es una cuestión que en cierto modo, no tiene sentido porque el valor del Patrimonio Cultural es el propio Patrimonio cultural.

[Tweet “El #PatrimonioCultural ni se compra ni se vende. Se tiene o no se tiene #SeInteligenteSePatrimonio”]

Y del mismo modo los objetos correspondientes a ese Patrimonio Cultural. Volviendo programa con el que hemos empezado el artículo, ponerle precio (en dólares) a una pieza del siglo XVIII que perteneció al general que liberó Alabama de los seces….

En fin, que se paga por un objeto antiguo, que perteneció a un personaje histórico relevante y que no hay una pieza igual en el mundo hace que ya, de por sí, por el simple hecho de acapararlo por na sola persona, hace que pierda valor.  Pero este objeto ¿no estaría mejor en un museo? ¿El patrimonio no es de todos?

Estos objetos son tan valiosos porque refuerzan un sentimiento de pertenencia a ese pasado glorioso. Pero ¿desprenderse de ello así como así? ¿Por un puñado de dólares?

No me quiero imaginar si la falcata de Viriato cayera en manos de alguno de estos dealers. Por estas cosas siempre pienso que somos inmensamente ricos aquí en el viejo continente. Porque tenemos algo que ni se compra ni se vende. El Patrimonio cultural, la Historia, se tiene o no se tiene.

Tras escribir estas palabras me surge una pregunta para ti con la que quiero terminar este artículo:

¿Cuánto vale el pasado para tí?

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