Todos tenemos cierta inquietud por el pasado. De uno u otro modo hacemos viajes a la memoria para recordar el tiempo que no existe en busca de respuestas a nuestra vida cotidiana o para acurrucarnos en un pasado mejor.
La necesidad por recordar el pasado se ve potenciada por los vertiginosos avances y desarrollos sociales que vivimos actualmente. Un cambio continuo que deriva muchas veces en una pérdida de identidad. Esto, unido al fenómeno de globalización, empuja a muchas sociedades a luchar por conservar su pasado y recordarlo en un esfuerzo por conservar su cultura.
Del mismo modo que sucede con el colectivo, las personas necesitamos ciertos ítems que nos muestren y nos ayuden a identificarnos con nuestra personalidad y naturaleza. Lo que viene siendo para la sociedad su cultura y su historia.
Vamos a hacer una prueba social. Saca tu cartera de bolsillo y echa un vistazo a las fotos que tienes en ella. Seguramente sean de tu familia y tu entorno más cercano.
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¿Por qué las llevas en la cartera?
¿Por qué conservarlas si probablemente veas a esas personas muy a menudo?
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Me pregunto cuántas de las personas que lean este artículo no tienen fotos en su cartera. Muy pocas; seguro. Y es que necesitamos recordar continuamente. Saber quiénes somos y de dónde venimos. Nos gusta sabernos parte de algo, de una comunidad, de un grupo. Por eso, en nuestra vida cotidiana nos rodeamos de recuerdos del pasado que nos permiten tener consciencia de lo que somos en el presente para dar sentido a nuestro comportamiento y reafirmarnos en nosotros mismos.
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El poder del pasado
Creo que lo que te he comentado son razones de peso para otorgar importancia al pasado (la verdadera importancia que tiene). Y si no estás convencido, ¿Por qué crees que las grandes potencias, a lo largo de la Historia, sin importar de qué parte del mundo, han intentado aculturizar y borrar, de uno u otro modo, el pasado de los pueblos conquistados? Sin pasado no hay presente. Y sin presente… ¿Quiénes somos? Pues lo que quieran que seamos.
Por eso, los pueblos del mundo se esfuerzan por conservar el pasado material de su historia, representado en su patrimonio cultural. Un legado tangible que revaloriza a su pueblo al otorgarle de tradición. Esto es una especie de credibilidad y prestigio porque el pasado y el patrimonio cultural como testigo de ese pasado, está fuera de toda duda. Lo que un día fue, tiene su representación en el presente del pueblo, su gente, sus tradiciones, su cultura y su importancia como sociedad.
[Tweet “#Patrimonio cultural: Sin pasado no hay presente. Y sin presente… ¿Quiénes somos? “]
No es de extrañar entonces que le otorguemos valor y nos esforcemos por preservar ese pasado, ¿verdad? Pero si tenerlo, se poseedor de una historia para el pueblo es importante, más lo es el descifrar ese pasado. Poder mostrarlo, explicarlo y hacerlo entendible. Por eso es importante también trabajar en la comunicación del pasado, en educar a la sociedad en Patrimonio para que sea capaz de valorar su Historia y entender sus raíces.
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Si quieres saber más sobre educar en Patrimonio lee este artículo.
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La Historia es la transmisión de un conocimiento al futuro. Esto se viene haciendo desde que el ser humano es ser humano. Aunque en un principio se tratar de Historia oral, su función era la misma que ahora tiene para nosotros. Identificarnos con nuestros valores, nuestros seres queridos, la tribu. La sociedad. Por eso el habla fue una pieza fundamental e imprescindible en el desarrollo y evolución del ser humano.
Por fortuna, hoy en día contamos con el Patrimonio cultural que nos evoca a ese pasado y nos demuestra nuestra dilatada historia, nos da importancia y nos hace sentir orgullosos de pertenecer a un pueblo (unos pueblos) con una milenaria tradición cultural. Somos porque fuimos. Y ese es el valor del pasado. Por eso recordamos. Para reafirmarnos en nosotros mismos.